La reciente decisión de Estados Unidos de retirarse nuevamente de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), anunciada para hacerse efectiva el 31 de diciembre de 2026, revive un episodio que remonta a 1984, cuando bajo la presidencia de Ronald Reagan, el país norteamericano dio un paso similar. Esta decisión genera preguntas sobre las consecuencias para el patrimonio cultural global y el silencio de algunos países en torno a esta disputa diplomática, como México, a pesar de que el primer director general de la UNESCO fue el distinguido mexicano Jaime Torres Bodet.
La salida previa de Estados Unidos en 1984 se produjo en el contexto del controvertido Informe McBride, "Muchas Voces, Un Solo Mundo", que abogaba por un Nuevo Orden Mundial de la Información y Comunicación (NOMIC). Este informe, liderado por el irlandés y premio Nobel de la Paz, Sean MacBride, criticaba el orden mediático internacional por ser asimétrico y proponía el derecho a la comunicación como fundamental. También destacaba la necesidad de la democratización del acceso a la información y el desarrollo de sistemas mediáticos propios por parte de los países en desarrollo.
El informe advertía sobre problemáticas que parecen anticipar desafíos actuales como la concentración mediática, la manipulación informativa y la urgente necesidad de una regulación democrática de las tecnologías en medio del auge de las plataformas digitales. Aunque esta perspectiva fue en su momento calificada por Estados Unidos y Reino Unido como una amenaza a la libertad de prensa, muchos de sus temas siguen siendo relevantes hoy en día.
La administración de Donald Trump ha justificado la retirada de la UNESCO argumentando que el organismo ha demostrado un sesgo pro-Palestina y una postura crítica hacia Israel, mientras sigue una agenda que Trump describe como "globalista e ideológica". Esto, según él, se contrapone a su política de "America First". A pesar de que Estados Unidos solía aportar un 20% del financiamiento de la UNESCO, actualmente contribuye solo con un 8%, referente a unos 117 millones de dólares de un presupuesto total de 534 millones. Sin embargo, esta contribución sigue siendo significativa.
El impacto de la salida de Estados Unidos se traducirá en desafíos para el multilateralismo y la colaboración internacional, especialmente afectando programas de la UNESCO tanto globales como locales. En México, país con 36 sitios Patrimonio Mundial, esta decisión amenaza la continuidad de la asistencia técnica y proyectos de conservación financiados por la UNESCO, esenciales para la restauración, interpretación temática y prevención de riesgos por desastres naturales.
En México, la Oficina de la UNESCO había liderado un proyecto para desarrollar Indicadores Mediáticos bajo la administración de AMLO, centrado en analizar la pluralidad, el acceso y la calidad de información en medios digitales, periodismo y medios comunitarios e indígenas. Sin embargo, este proyecto se vio detenido de manera abrupta.
El silencio de las autoridades mexicanas frente a esta situación es notable, considerando que el financiamiento estadounidense es clave en diversas iniciativas culturales y educativas en el país. Esta tendencia al aislamiento institucional por parte de Estados Unidos también refleja su política hacia otros organismos de la ONU como la FAO, OMS y OIT, indicando un cambio hacia un repliegue de compromisos internacionales.