A pesar de los aprendizajes que dejó la pandemia de Covid-19 y los avances tecnológicos, como la creación de vacunas, aún no estamos completamente preparados para enfrentar otra emergencia sanitaria similar. Esta fue una de las advertencias de especialistas durante el Seminario Permanente de Bioética de la UNAM.
En la sesión titulada “COVID-19 ¿Lecciones últimas?”, Ivette Buendía Roldán, doctora en Ciencias Médicas e investigadora del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias, y Andrea Terán, integrante de la Comisión Nacional de Bioética, coincidieron en que persisten miedos, desigualdades y prácticas insuficientes que podrían impactar negativamente en la incidencia, hospitalización y mortalidad ante un nuevo brote.
No temer a las vacunas
Buendía Roldán subrayó que, si bien algunas personas han incorporado medidas como el uso de cubrebocas, el lavado frecuente de manos o el uso de gel antibacterial, aún faltan acciones contundentes. En especial, destacó que la vacunación sigue siendo un tema sensible, ya que quienes requieren hospitalización por Covid-19 suelen no estar vacunados, quedando desprotegidos ante el virus.
La investigadora hizo un llamado a no temer a las vacunas, ya que estas previenen secuelas graves de enfermedades. Resaltó la importancia de proteger a niños y adultos mayores, y de mantener al día la cartilla de vacunación, incluyendo inmunizaciones contra influenza y neumococo. “Vacunar es una manera de protegernos y proteger a quienes queremos”, enfatizó.
Por su parte, Andrea Terán indicó que la pandemia evidenció que la atención individual y la salud pública no pueden tratarse por separado. Las decisiones clínicas, como el uso de recursos críticos o el confinamiento, influyen directamente en el bienestar colectivo.
Resaltó la necesidad de fortalecer la vigilancia epidemiológica, ya que durante la emergencia sanitaria se detectaron problemas como subregistro y desfase en la notificación de casos. Más allá de contar contagios, es crucial contar con sistemas que identifiquen patrones, alerten sobre cambios y orienten decisiones de bajo riesgo.
Desigualdad como “comorbilidad estructural”
Terán calificó a la desigualdad como una “comorbilidad estructural”, señalando que muchas personas en condiciones de hacinamiento o empleo informal no pudieron cumplir con las medidas de confinamiento, lo que resultó en diferencias significativas en los impactos de la pandemia entre distintos grupos socioeconómicos.
La experta también advirtió que la vacunación se ha convertido no solo en un acto técnico, sino en un proceso político y emocional, afectado por la infodemia y narrativas antivacunas. Esto se ha visto agravado por retos logísticos como la conservación de dosis en frío y la necesidad de una cobertura rápida y equitativa.